EXTERIORES
La extraña alianza y la 'zona gris'
La conexión Marruecos-Israel plantea inquietud entre militares, diplomáticos y analistas. El refuerzo militar de Rabat podría desestabilizar el 'statu quo' del Mediterráneo Occidental, destaca El Confidencial.

La conexión Marruecos-Israel es el comienzo de una amistad incómoda para sus vecinos españoles y argelinos que puede llegar a desequilibrar el Mediterráneo Occidental.
En diciembre de 2020, Trump —inadvertidamente— movió los cimientos de medio siglo de diplomacia española con los Acuerdos de Abraham, un exitoso plan para restablecer relaciones diplomáticas entre Israel y varios países árabes. Entre los firmantes, estaba Marruecos, al que Washington ofreció a cambio el reconocimiento de su soberanía sobre el Sáhara Occidental. Esto envalentonó a Rabat, que desde entonces presionó al Gobierno de Pedro Sánchez, hasta que lo hizo renunciar a la defensa histórica de un referéndum en el marco de la ONU en favor del plan de autonomía marroquí que los saharauis rechazan. Una decisión sin respaldo ciudadano ni de ninguna otra fuerza política que dejó perplejos a muchos en cuarteles y embajadas. Aquí entra en juego Israel.
Pero antes, otros factores que después se detallan. "Un escenario de conflicto armado con Marruecos es muy improbable —aunque la guerra de Ucrania nos demuestra que no es imposible—. La preocupación es el juego en la zona gris, esa rivalidad por debajo del umbral de la guerra con estrategias híbridas; conseguir ganancias paulatinas aplicando distintas palancas de poder: la migración, la asfixia económica de Ceuta y Melilla, o impulsar narrativas para que la sociedad española identifique esas ciudades como un problema", explica Javier Jordán, catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Granada y director de la publicación Global Strategy sobre estudios estratégicos.
Jordán es uno de los autores de Las pretensiones de Marruecos sobre Ceuta y Melilla desde la perspectiva de la zona gris, publicado por el Observatorio de Ceuta y Melilla, en el que se advierte de que los continuos episodios de choque Marruecos-España (en particular, en todo lo referido a Ceuta y Melilla, como el asalto de la valla de 2021) son operaciones híbridas para perseguir la soberanía de los enclaves sin tener que librar un conflicto directo. La ambición y temeridad de estos planes están directamente vinculadas al poderío militar que lo respalda.
Israel y Marruecos tienen vínculos históricos; decenas de miles de judíos marroquíes emigraron al recién creado Estado de Israel tras la Segunda Guerra Mundial y actualmente se calcula que medio millón de israelíes tienen origen marroquí. Enfrentados durante décadas por las guerras árabe-israelíes, retomaron en los 90 una relación discreta —casi clandestina—, alterada por episodios como la intifada palestina de comienzos de siglo. Pero los Acuerdos de Abraham han despejado el camino y ambos gobiernos parecen decididos a acelerar sus vínculos comerciales y políticos con la firma de acuerdos de cooperación en múltiples áreas, de la cultura al turismo, pasando por industrias estratégicas como la agricultura, las energías renovables o la gestión de agua. Hasta aquí, todo normal. Ahora metamos en la ecuación el ángulo militar.
El jefe de las Fuerzas Armadas de Israel, general Aviv Kochavi, visitó Marruecos en julio de 2021 para conversar sobre “intercambio de conocimientos, entrenamiento, maniobras conjuntas, desarrollo de equipos militares, transferencia de experiencia y, quizá, también armamento”. Pocos meses después, en noviembre, los ministros de Defensa Benny Gantz y Abdellatif Loudiyi firmaron en Rabat un acuerdo histórico en materia de seguridad, Inteligencia y ventas de equipamiento militar. “Es muy significativo y nos permitirá intercambiar ideas, realizar proyectos conjuntos y realizar exportaciones de material militar israelí aquí”, dijo Gantz a la prensa.